sábado, mayo 30, 2009

Medjugorje, el milagro comprobable

No diría yo que es un libro bien construido, una crónica que engarce el ayer con el mañana con trasbordo en el día de hoy. No, tiene la estructura lineal de un escrito notarial. Pero debo ser muy poco esteta porque este libro es un jalón en mis lecturas, que no tienen muchos, con la excepción de todas y cada una de las obras de Gilbert K. Chesterton, naturalmente. Hablo de Medjugorje, obra de Jesús García, editado cómo no, por LibrosLibres, esa casa editorial irrepetible, del irrepetible Alex Rosal.



Poco sabía de esa aldea bosnia, perteneciente al arzobispado de Mostar, perdida detrás de la vuelta del mundo. Los acontecimientos cinematográficos siempre ocurren en Nueva York pero la Madre del Creador del universo prefiere comunicarse visualmente con los hombres en una aldea bosnia donde nadie iría de vacaciones, quizás porque los dioses no precisan publicidad y los hombres vivimos de ella. Desde 1981, la Santísima Virgen se aparece a seis adolescentes -ya no lo son- con una extraordinaria peculiaridad: se les sigue apareciendo, a tres de ellos, diariamente. Sí, han leído bien: se les sigue apareciendo a los seis, y a tres de ellos, diariamente.
Y también: la ciencia -hermoso nombre- ha auscultado hasta la saciedad a los seis infelices -lo digo por lo de la paciencia que hay que tener con los científicos-. Les han examinado médicos y psicólogos de todos los colores, además de un buen número de policías cuyos métodos eran un poco más expeditivos y menos tediosos que los de los científicos, pero igualmente desagradables. Y sí: mientras los agraciados ven -y hablan- a la Señora, les puedes pinchar, situar ante los ojos el haz luminoso más cegador o en los oídos los 40 principales a todo volumen: ni se inmutan, ni se enteran. Estamos ante un milagro comprobable.

Entonces, ¿por qué no es más famoso Medjugorje? Esto nos llevaría a todo un tratado sobre semiología y semántica, incluso semiótica, en la sociedad de la información pero podemos ahorrarnos el esfuerzo si aceptamos que, en el siglo XXI, nada detiene el fluir informativo con la única excepción del prejuicio.

Especialmente en España, paraíso del prejuicio. Es triste escuchar a Iván Dragicevic, uno de los videntes, cuando asegura que, de todo Occidente, España es el único país desde el que jamás le han llamado para hablar de las apariciones y de los mensajes de la Señora. Precisamente España, la "tierra de María". Y aún más duro escuchar a otra de las videntes, Vicka Bijakovici: "No es que en España no hayáis sido llamados, como los demás. Lo que se nota es la respuesta, el cuánto hemos respondido a la llamada de la Virgen".

Y, también, esto es lo que distingue a Medjugorje de Garabandal (Cantabria,1961): los videntes bosnios fueron fieles a los cometidos de la Madre -que, como buena Madre, es exigente con sus hijos-. Por el contrario, las niñas-adolescentes de Garabandal (una de ellas acaba de morir) no. Y semejante parangón puede establecerse respecto al comportamiento de la jerarquía respecto a las apariciones: ningún apoyo en España y, aunque en Medjugorje los dos últimos obispos de la zona -Mostar- se han convertido en adversarios de las apariciones, Medjugorje ha contado desde el comienzo con una gran aliado: Juan Pablo II.

Luego viene lo del morbo: no es ningún secreto para nadie -aunque pocos se atreven a decirlo para que no les tomen por locos- que las apariciones marianas se han acelerado en el siglo XX y que en todas ellas, se apunta a fin de ciclo, lo que tantos llaman fin del mundo y otros prefieren el término más documentado de juicio de las naciones, que no tiene por qué coincidir con aquel... No debería producirnos reconcomio alguno el hecho de hablar del fin del mundo porque, como asegura Leonardo Castellani, sin duda la cumbre del estudio del Apocalipsis en el mundo moderno, negar el fin del mundo es negar el Credo -"y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos"- y todo el dogma cristiano, que se basa en tres hechos: creación, redención y parusía.

Pues bien, Garabandal centró esas profecías marianas sobre el fin del mundo en la ya conocido -al menor entre quienes se ocupan de estos temas, a veces demasiado- el triángulo aviso/milagro/castigo. Por su parte, Medjugorje también tiene su propia historia milenarista. Y ojo, porque es muy habitual entre los videntes despreciara el morbo que tanto nos atrae al resto de los

mortales, porque, a fin de cuentas, el fin del mundo para cada uno no es más que su propia muerte. Otra de las videntes, Mirjana Bijakovici, lo explica así para la pluma de García: "La Gospa (Virgen María en croata), quiere que estemos preparado para presentarnos ante Dios cuando llegue nuestro momento y no perder el tiempo hablando del futuro".

Pero claro, aquí se da le mismo efecto del discurso escatológico de Cristo: no sabéis el día ni la hora pero nos proporciona pistas para conocer el momento, por lo que, me temo que la reflexión sobre el asunto no es ociosa. Especialmente si consideramos que, a la luz de los últimos tiempos, se interpretan mejor los tiempos de ahora mismo.
Porque, a fin de cuentas, según el mensaje mariano que nos trasmite otro de los videntes e Medjugorje: "Lo que he empezado en Fátima (1917) lo acabaré en Medjugorje (1981 y siguientes), mi corazón vencerá".
Si quiere un consejo, corra la librería más próxima y compre este libro. Es demasiado importante como para dejarlo a un lado. Es un milagro comprobable y una rigurosa interpretación de eso que nos tiene tan confundidos: lo que pasa en el mundo.


Eulogio López

eulogio@hispanidad.com

martes, mayo 26, 2009

Urbanidad de la piedad

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Me ha gustado esto de Rebeca Reynaud y Dr. E. Volpacchio


En la vida social hay unas formas, unas "reglas" de buena educación y hasta un protocolo. Una persona se muestra a sí misma, también a través de ellas. También hay unos modos de tratar a Dios y de estar en una iglesia. Se la podría llamar la urbanidad de la piedad.

Hay una distancia infinita entre Dios y el hombre: el amor y la confianza que proceden de la filiación divina no conllevan una falta de respeto o igualdad de situación delante de nuestro Creador. Es por esto que debemos cuidad las posturas y los gestos. Todo pretende ser expresión de respeto y amor a Dios. Por eso hemos de cuidar una serie de detalles como:
* Vestirse dignamente y con cierta elegancia para visitar a Dios. Evitar los escotes y los vestidos provocativos.

* El agua bendita nos recuerda nuestro bautismo y borra los pecados veniales, se suele usar al entrar en la iglesia.

* Dios nos habla, pero no por celular. Apágalo.

* Guardar silencio en el recinto sagrado para facilitar el recogimiento y ayudar a que los demás puedan hablar con Dios. El silencio es ya una forma de culto ante la Eucaristía.

* Guardar la hora de ayuno si se va a comulgar. La fila para comulgar no es una cola, es una procesión hacia Jesús. Vamos preparándonos a recibir al Señor. Supone recogimiento interior (concentrados, sin la curiosidad de mirar para todos lados, darse vuelta, etc.). No llevar las manos en los bolsillos.

* No cruzar las piernas; no es elegante hacerlo dentro del recinto sagrado. En las ceremonias litúrgicas es necesario saber cuando sentarse, ponerse de pie, arrodillarse.

* No comer, ni mascar chicle..., no jugar, no hacer muecas ni bromas o molestar a otros.

* Evitar distracciones. Como la curiosidad de mirar quién entra o sale, o quien estornudó... Tampoco se debe cruzar la pierna dentro de la iglesia.

* Persignarse con devoción, sabiendo que se hace la señal de la Cruz.

* Que la genuflexión ante el sagrario sea un acto de fe. La rodilla derecha toca el suelo, con el cuerpo erguido, mirando hacia el sagrario.

* La inclinación de cabeza son señal de respeto y veneración. Se hace ante el altar (que representa a Cristo) y ante imágenes.

* Cuidar la forma de sentarse. Derechos, sin "acostarse" en los bancos. Sin apoyar los pies en los reclinatorios (se arruinan, los zapatos llenan de polvo los reclinatorios que después manchan las rodillas de los pantalones).

* Enseñar a los niños a comportarse; a no correr sino caminar despacio dentro de la iglesia.

Amar a Dios con todo nuestro ser y nuestra vida. Obviamente incluye nuestros gestos. El amor se nota. Y si no se nota... es que es demasiado débil.

Hemos de estar atentos para que la confianza no degenere en falta de respeto. No es verdad que la espontaneidad sea de por sí buena. Depende de qué espontaneidad: la hay buena y la hay salvaje.

El amor tiene una línea de mínima que es el respeto y la veneración. No puedo amar lo que no respeto. Tampoco lo que no venero.

Así como el cumplimiento de los modales y normas de buena educación muestran la "calidad humana" de una persona. La urbanidad de la piedad muestra nuestra fe, esperanza y amor. Es respeto y elegancia, aplicado a las cosas de Dios.

Parábola de la oveja perdida

viernes, mayo 22, 2009

¡Gracias, Santo Padre!

Este artículo de Mons. Martínez fue publicado en la Revista Fiesta junto a una síntesis del Comunicado de la Conferencia Episcopal Regional de África Occidental (CERAO), cuyo documento completo pueden encontrar a continuación del artículo del Arzobispo de Granada.

Los dos hechos que siguen me han sido contados por sus protagonistas.

En un país de América Latina, una médico, ginecóloga, premiada como la mejor médico del país por el gobierno de su nación, ha dedicado parte de su vida profesional a impartir un programa de educación afectiva y sexual a adolescentes y jóvenes. Es un programa con una duración de seis meses, y un trabajo semanal a lo largo de ese período. El programa consiste en dar a conocer con detalle suficiente a los jóvenes (ellos y ellas) el funcionamiento del cuerpo humano en relación con la sexualidad y con el afecto. Con detenimiento y cariño, por ejemplo, se les acompaña a las muchachas a conocer sus ciclos reproductivos, y a todos a descubrir la belleza de la sexualidad y su funcionamiento, a reconocer el misterio que somos y lo bien que Dios nos ha hecho. Es un programa magnífico, creado por una médico norteamericana (una religiosa) que ha trabajado muchos años como ginecóloga en Pakistán y en Bangladesh.

Nuestra médico de América Latina estaba impartiendo su programa en un colegio de la capital de su nación al que asistían las hijas del ministro de Educación. Un día, en el entreacto de un teatro, coincidieron el ministro y la médico. Fue el ministro quien vio a la médico, y se acercó a ella para felicitarla: “¡Doctora, qué alegría verla! ¡No se puede hacer idea de lo contentas que están mis hijas! ¡Vienen a casa y no paran de hablar de lo bonito que es su programa y del bien que les hace! ¡Enhorabuena!” El ministro siguió en esa vena por un rato, hasta que la médico le dijo: “También a mí me alegra, ministro, que sus hijas estén tan contentas, y que usted haya tenido la ocasión de ver el valor que tiene un programa planteado así. ¿Qué le parece si desde el Ministerio se permitiese que en los colegios públicos donde los padres lo pidieran —las hijas del ministro estudiaban, como es natural, en un colegio privado—, pudiéramos también dar el mismo programa?” “¡Ah! ¡Eso no, doctora! ¡Eso no puede ser! A unos pocos se les puede educar, pero al pueblo hay que darle preservativos”.

Vamos con la segunda:

En este caso era una médico norteamericana, que trabajaba en Ghana, en un centro de Atención Primaria. Había estado en la Conferencia Internacional de El Cairo sobre la Población y el Desarrollo, en 1994, y de retorno a América, antes de volver a su misión, pasó por España. Coincidimos en un acto, nos presentaron y estuvimos hablando un buen rato. En el centro donde ella trabajaba, en una zona sumamente deprimida —me dijo—, morían todos los días niños deshidratados a causa de una simple colitis, por falta de suero fisiológico, y por la ignorancia de las madres. Sin embargo, el centro estaba literalmente “lleno” —o tal vez sería mejor decir “invadido”— de cajas y cajas de preservativos que ciertas compañías americanas y europeas les enviaban gratis, hasta no saber qué hacer con ellos, porque ocupaban un espacio en el centro que no tenían, y que necesitaban para cosas más urgentes y más graves.

Cui prodest? ¿Quién paga el anuncio? ¿Qué visión del ser humano y de la vida —y de las distintas clases de seres humanos, y de vidas humanas— se esconde detrás de estas historias? ¿Quiénes, qué poderes y qué industrias, se benefician de la despoblación de África, y piensan ya sin duda en los futuros beneficios de sus inmensas riquezas y reservas naturales? Sin duda, los mismos que degradan sin cesar y sin límite nuestra propia humanidad y la dignidad de nuestro pensamiento cuando deciden —y nadie sería capaz de explicar racionalmente en virtud de qué poder—, promover entre nosotros la banalización absoluta del uso del cuerpo humano y del sexo.

Los mismos que deciden que el matrimonio —esa maravillosa y fragilísima realidad humana, o mejor, divina— no es un bien que necesita ser protegido. Los mismos que han decidido que a cualquier cosa —incluso constitutivamente estéril— se la puede llamar matrimonio, haciendo burla de los millones de personas de las que ellos viven, porque son quienes pagan como pueden sus impuestos, aunque ninguna de esas personas —absolutamente ninguna— haya nacido de esas uniones estériles. Los mismos que deciden que matar a un ser humano, siempre que no haya nacido y no tenga voz para gritar, ni acceso a los medios de comunicación para defender sus derechos, ni un sindicato que le defienda, es legítimo, con tal de que les convenga a alguno de los adultos implicados. Los mismos que están a punto de decidir “una salida” igualmente digna y honrosa “a favor” de quienes han dejado ya de producir, para que no sean una carga para la Seguridad Social. Los mismos que piden mil controles para obtener un antibiótico, pero dan a menores, sin que sus padres lo sepan, sin rechistar y sin comentario, y todas las veces que haga falta, una píldora abortiva cuyas consecuencias, absolutamente conocidas en caso de abuso, no se quieren decir, para que no quede rastro o huella alguna, para que nadie les pueda reclamar el día de mañana por este crimen contra la humanidad de nuestros adolescentes (y contra su salud mental, afectiva y corporal).

Lo que se silencia es el dato —perfectamente constatado— de que el uso masivo de los preservativos no ha detenido el sida en África, sino que lo ha propagado. Y se silencia el número de suicidios que se producen entre las mujeres que han abortado. Y se silencia la amargura infinita y el dolor en que viven la inmensa mayoría de las que se han creído que “eso” era un derecho, y no saben que sería mucho mejor que fuese un pecado, porque los pecados, todos los pecados, HAY quien los perdona, y quien nos ama y nos abraza y nos cura. Y se silencia que, según estadísticas oficiales, en Andalucía, la primera causa de muerte entre los adolescentes y jóvenes no son los accidentes de tráfico, sino el suicidio. Y como se silencia, nadie se pregunta por qué. No hace falta preguntarse, porque es obvio que vivimos en el País de las maravillas. Y estamos lanzados hacia el progreso. Desde luego, a toda velocidad. A tanta velocidad, que ya no podemos saber hacia dónde vamos, si hacia el progreso o hacia el abismo.

¡Qué difícil es no pensar en aquella escena de El tercer hombre en la que Joseph Cotten y Orson Wells mantienen una conversación en la noria del Prater de Viena! En aquella Viena destruida por la II Guerra Mundial, Orson Wells vendía de estraperlo penicilina adulterada, con terribles consecuencias para quienes la usaban, incluso cuando sobrevivían. Lo importante es mirar a los hombres de lejos, como desde lo alto de la noria, hasta que no sean más que puntitos... “Si te ofrecen veinte dólares por cada uno de esos puntitos que dejara de moverse, ¿cuántos crees que se resistirían? ... Y libres de impuestos, amigo, libres de impuestos...” Con un cinismo helador, Orson Wells continúa: “Los gobiernos lo hacen, ¿por qué no podríamos hacerlo nosotros?” La sociedad de los puntitos vistos de lejos, vistos en las estadísticas, es ya nuestra sociedad. La vida del hormiguero industrioso al servicio de los intereses económicos y políticos de los poderosos podría ser nuestro futuro. Lo más sarcástico, lo más esperpéntico de todo, es que parecemos dirigirnos hacia ese futuro tan alegres y confiados como unos párvulos a los que sus maestros llevan de excursión.



Lo que el Santo Padre ha dicho en África es, sencillamente, que tenemos necesidad de cambiar nuestra mirada sobre la sexualidad. Y también que tenemos necesidad de cambiar nuestra mirada sobre la enfermedad y sobre los enfermos. Dos verdades evidentes. Antes que ninguna otra reflexión acerca del derecho del Papa a hablar, o acerca de qué cosas puede o no puede, o debe o no debe hablar, lo que se impone recordar es, SOBRE TODO, QUE LO QUE HA DICHO EL PAPA ES VERDAD. Es verdad para África y es verdad para nosotros. Es verdad para todo el que no se resigne a que nuestra sexualidad, ni nada en nuestra vida, sea como en la vida de los animales. Es verdad para todo el que no esté dispuesto a resignarse a que su futuro sea formar parte, solidaria y alegremente, del hormiguero universal, controlado por esa nueva casta de Grandes Hermanos que se multiplica como las setas. Hay una forma más bella, mejor y más humana de vivir la sexualidad. Hay una forma mejor, más bella y más humana de afrontar nuestra fragilidad y nuestra miseria, nuestra enfermedad y nuestra muerte. ¡Gracias, Santo Padre, por tener el valor de decirnos la verdad, a nosotros y a nuestros hermanos africanos! ¡Gracias por reclamarnos a todos a una vida de primera clase, a una vida verdadera y plenamente humana! ¡Millones de hombres pedimos al Señor todos los días para que no se canse, para que no ceda, para que el Señor le sostenga y siga siendo libre!

† Javier Martínez
Arzobispo de Granada


COMUNICADO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL REGIONAL DE ÁFRICA OCCIDENTAL (CERAO)

Estamos todos sorprendidos y atónitos por el modo en el que una frase del Santo Padre, Benedicto XVI, sobre su primer viaje apostólico a África, ha sido completamente sacada de su contexto directo e indirecto para hacer de ella el hilo conductor de todas las transmisiones de la Rfi (Radio Francia Internacional) y de otros medios de comunicación franceses.

El colmo es el ocultamiento sistemático de todas las demás ideas expresadas en la entrevista y la minimización de todo aquello que el Santo Padre ha querido comunicarle a África como motivo de esperanza, tanto en Camerún como en Angola. Precisamente por esto, ¿acaso no está claro que es la Iglesia y su misión evangelizadora el motivo de la arremetida de los autores de oscuridad?

Nosotros, los obispos de la Conferencia Episcopal Regional de África Occidental (Cerao) hemos analizado los hechos y queremos declarar lo siguiente:

Demoler la moral es un crimen contra la humanidad
El SIDA no podrá ser aniquilado quebrando la fuerza espiritual y moral de los hombres, especialmente de los adolescentes y de los jóvenes, volviéndolos frágiles y convirtiéndolos en paquetes de deseo sexual sin los elementos reguladores previstos por el Creador.

Privar al niño, al adolescente y al joven de la preparación para el dominio del espíritu sobre el cuerpo y sobre los impulsos, la denominada educación sexual, es un crimen contra la humanidad. En este sentido, los eslóganes publicitarios y la distribución de preservativos no podrían ser otra cosa más que irresponsabilidad y crimen contra la humanidad.

Propósitos irreverentes, injuriosos y sacrílegos
Para nosotros africanos, el Papa es el padre de la gran Familia que es la Iglesia y, como tal, le debemos respeto y afecto. Según nuestro parecer, desde el mero punto de vista de nuestra cultura africana tradicional, por no hablar aún de la fe, es un sacrilegio que hijos e hijas de la Iglesia que se profesan católicos ataquen al Papa con vulgaridad, arrogancia e injurias, como se han permitido hacer algunos periodistas y personalidades francesas, españolas y europeas. Deploramos y condenamos estas declaraciones irreverentes e injuriosas.

El atentado post-moderno contra la verdad y sus consecuencias violentas sobre las relaciones humanas
Sin embargo no pertenecemos a una cultura sino por causa de la verdad más profunda de nuestra humanidad. Y la humanidad, que es común a todos, es única; se concreta en un cierto número de derechos y deberes inseparables de la dignidad de toda persona humana. Es absolutamente intolerable que un pequeño grupo de operadores de medios de comunicación – en ocasiones, por desgracia, africanos sin escrúpulos que se apuntan a la riqueza “sucia” de aquellos que han expoliado a sus propios pueblos-, se atribuya el derecho de deformar la verdad para presentarse a sí mismos como benefactores y responsables ante la situación dramática de nuestros hermanos y hermanas portadores del virus del SIDA, presentando al Santo Padre como un personaje ‘irresponsable’ y desprovisto de humanidad y así poder injuriarle e intentar atizar contra él a una masa de individuos que se consideran con el derecho de hablar de lo que no se han preocupado de conocer con precisión. Olvidan que, actuando de este modo, pierden crédito profesional, pues existe una diferencia fundamental entre crear noticias sensacionales y escandalosas e informar.

Deploramos y condenamos el atentado contra la verdad que es el pecado de nuestro mundo postmoderno, del cual derivan las graves heridas que la Santa Iglesia, nuestra Madre, está sufriendo cada vez más. ¿Qué mundo es éste en el que no se dedica tiempo a escuchar al otro, a escucharlo en profundidad, y se le hace decir lo que se quiere que diga? La sabiduría africana y la sabiduría bíblica, ambas fundamentadas sobre la escucha, quieren proponer otra visión del mundo.

Profunda unión de pensamiento y corazón entre Benedicto XVI y la Iglesia
Nosotros, los obispos africanos, damos las gracias de corazón al Santo Padre, que tiene tanta afinidad con nosotros, por nuestra comunión de pensamiento sobre la Iglesia y por nuestro compromiso común a favor de los pobres, de los heridos por la vida y de los pequeños.

¿Quién ignora que las palabras Iglesia, Casa (Familia) y Pueblo de Dios; Iglesia, Fraternidad Cristiana e Iglesia-comunión, las ha hecho suyas? Ha creído y viene trabajado en ellas desde hace tiempo, primero como joven teólogo y más recientemente como cardenal prefecto de Dicasterio. También nosotros creemos en ellas y estamos a pié de obra para edificar en África, la Iglesia - Comunión como Familia de Dios y Fraternidad de Cristo. El Papa ha venido a nuestra casa para confirmarnos en esta fe. Le estamos agradecidos por ello.

Iglesia en África, una Iglesia portadora de esperanza
Le agradecemos también el mensaje de esperanza que (el Santo Padre) ha venido a entregarnos en Camerún y en Angola. Ha venido a animarnos a vivir unidos, reconciliados en la justicia y la paz para que la Iglesia en África sea ella misma una llama ardiente de esperanza para la vida de todo el continente. Y le damos las gracias por habernos replanteado a todos, con delicadeza, claridad y agudeza, la enseñanza común de la Iglesia en materia de pastoral de los enfermos de SIDA.

Humanización de la sexualidad y don de sí-mismo a los enfermos de Sida
Nos anima a todos a vivir y a promover la humanización de la sexualidad y el don de la propia humanidad para estar junto a los hermanos y hermanas afectados por el Sida y ayudarlos, como la auténtica actitud responsable de los católicos ante los enfermos de SIDA y ante todos aquellos que aman auténticamente a los africanos golpeados por este mal. Acogemos su mensaje, que expresa asimismo nuestra propia postura. Y declaramos todos nosotros unidos a él:

“No se puede superar este problema del Sida sólo con eslóganes publicitarios. Si no ponemos en ello nuestra alma, si no ayudamos a los africanos, no se puede eliminar esta plaga con la distribución de preservativos: al contrario, así tomamos el riesgo de aumentar el problema”. Estas son las palabras de Benedicto XVI que un martilleo mediático se ha esforzado en disfrazar. Inutilmente.

Responsabilidad de los medios
Decir menos es despreciar al africano y mostrarse interesado en matar aquello que hay de auténticamente humano en el hombre negro, cuyas tradiciones, por ejemplo, atribuyen gran valor a la castidad que se verifica en el matrimonio. Deploramos y condenamos esa pretendida responsabilidad respecto del hombre negro, que no tendría otra solución que la mecánica ante un problema tan vital como es la sexualidad para todos los hombres, también para el africano. La responsabilidad de los medios de comunicación es grande; no deben evadirla: corremos el peligro de perder algo fundamental para el ser humano.

No al pensamiento por poderes
Finalmente, afirmamos que los africanos son capaces de pensar por sí mismos, tanto sobre los problemas que les afectan como sobre aquellos que afectan a toda la humanidad. Deploramos y denunciamos el crimen que tiene su origen en los tiempos en los que nuestros hermanos y hermanas eran tratados como mercancía y como “bienes muebles” (Código Negro, art. 44) y que hoy consiste en obstinarse en pensar por nosotros, en hablar por nosotros, a actuar por nosotros, porque sin duda, no se nos considera capaces de hacerlo por nosotros mismos.

Quizá se diga que se ha confiado hábilmente a los operadores de medios de comunicación africanos el trabajo indecente de hacer de juglares para divertir al mundo y convertir a África en objeto de doble compasión: no sólo material sino también moralmente.

Pero no son estos africanos que ignoran las estructuras antropológicas más sólidas y los valores morales más firmes de África los únicos que ostentan autoridad para hablar en nombre del continente. Nosotros, obispos de la Iglesia católica del área Cerao, exigimos que se deje de pensar en lugar nuestro, de empujar a los africanos de la calle a hablar en nombre de África y de divertir al público a costa de nuestros pueblos.

Exigimos que para hablar de África, se respeten los valores fundamentales, sin los que el hombre no es ya hombre, y que se encuentran sintetizados en la dignidad de todo hombre, creado a imagen de Dios. Retomando el Concilio Vaticano II, ratificamos que “la criatura sin el Creador simplemente se desvanece”.

Agradecemos al Santo Padre el haber hecho del Dios del Amor y de la fe en él la más importante prioridad de nuestro tiempo. Justamente por el espejismo de que pueda haber otra prioridad se ha creado esta situación paradójica y violenta de pretender responsabilizarse de nosotros, saqueando lo más vital que tenemos: nuestra relación de fe, esperanza y amor con el Dios vivo, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, y nuestra vida moral.

Abidjan, 7 de marzo de 2009.

Cardenal Théodore Adrien Sarr
Presidente de la Cerao
Publicado en L’Osservatore Romano, 18.04.2009, p. 2

El Papa invita a los jóvenes a dar testimonio a través de Internet

sábado, mayo 16, 2009

Angelus Domini



Angelus Domini nuntiavit Mariae et concepit de Spiritu Sancto

Ecce ancilla Domini. Fiat mihi secundum verbum tuum.

Et verbum caro factum est et habitavit in nobis.

Ora pro nobis, Sancta Dei Genetrix, ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus. Gratiam Tuam, quaesumus, Domine, mentibus nostris infunde, ut, qui angelo nuntiante, Christi, filii Tui, incarnationem cognovimus, per passionem Eius et crucem ad resurrectionis gloriam perducamur. Per Eundem Christum, Dominum nostrum. Amen.

Regina coeli




Regina coeli, laetare, alleluia.
Quia quem meruisti portare, alleluia,
Resurrexit, sicut dixit, alleluia.
Ora pro nobis Deum, alleluia.


Reina del cielo, Alégrate, aleluya.
Porque el que en tu seno llevaste; aleluya.
Resucitó, como dijo; aleluya.
Ruega a Dios por nosotros; aleluya.

miércoles, mayo 13, 2009

Nosotros también estamos contigo





Imágenes del Papa Benedicto XVI: visitas a algunos países, encuentros con jóvenes, necesitados y enfermos.

viernes, mayo 08, 2009

I pray the Rosary. Do you?

Ave Maria



Ave Maria, gratia plena,
Dominus tecum,
benedicta tu in mulieribus,
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
Sancta Maria mater Dei,
ora pro nobis peccatoribus,
nunc, et in hora mortis nostrae.
Amen

martes, mayo 05, 2009